Jade Dodson, de 32 años, y su esposo Mark, de 31, descubrieron que el bebé que esperaban tenía Espina bífida, un defecto congénito en el cual la médula espinal de un bebé no se desarrolla adecuadamente.
Este padecimiento le causaría parálisis, daño cerebral y disfunción urinaria, por lo que decidieron interrumpir el embarazo de 20 semanas para ‘liberarla del dolor y sufrimiento inevitable’.
De no ser así, la pequeña Amalie (su bebé) habría tenido que someterse a una operación a los cuatro meses de navidad para reducir el daño en el cerebro de la bebé.
Cuentan que fue una decisión muy complicada pero necesaria: “Si bien es una decisión muy difícil, las madres deberían poder tomar la decisión de acabar con la vida de su hijo bajo ciertas circunstancias.
“Amalie (su bebé) habría llevado una vida difícil si hubiera seguido adelante con el embarazo y esta decisión se tomó en su totalidad por ella. Nadie suele pensar en los que realmente se enfrentan a la situación”.
“Por supuesto que la culpa me ha golpeado varias veces, pero podría sentirme más culpable sabiendo que ella no tiene una vida plena”, agregó.
