18 microcuentos para leer en menos de 15 minutos

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No hay pretexto para no leer, aprovecha esos 15 minutos haciendo fila, esperando a tu cita o en el transporte público para adentrarte a las minificciones de estos autores latinoamericanos.

La minificción es un género literario reciente, cuya característica principal es la brevedad. Si bien la escritura corta se ha hecho en todas las épocas, es hasta finales del siglo XX que se considero un género literario.

A partir de una página, un párrafo o una oración, se puede contar una historia o desarrollar otro esquema literario. De hecho una de sus particularidades es que contiene trazas de otros géneros como poesía, ensayo, fábulas, parábolas entre otros, además de que muchas veces es irónica. A continuación, una compilación de minificciones para entender mejor el género:

Cuestión de tiempo de Dina Grijalva (México)

Vivir en Culiacán y querer escribir una novela sería un disparate. Aquí nadie sabe cuándo le toca una bala. La única certeza es que cada día les toca a más de tres. Nadie podría estar seguro de poder terminar un texto extenso. Por eso he elegido la minificción.
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Bebé de Karla Barajas (México)

José ama a su hermana recién nacida, la arrulla, le canta. Sabe que ella ocupará su lugar en la familia, así que, a escondidas la saca de la casa envuelta en una sabanita y la abandona en un autobús con un juguete al lado. Así nadie la maltratará.

Sísifa de Lilian Elphick (Chile)

El hombre carga a Sísifa hasta la cima de la montaña. Cuando llegan, él se jacta de su fuerza y grita al mundo entero su triunfo, mientras Sísifa se lanza al vacío y vuela, libre ya, de la roca y el mito.

Irreversible de Azucena Franco (México)

Después de algunos besos, el príncipe se convierte en sapo.
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El semáforo en el islote (mar) de Juan Carlos Gallegos (México)

Había tanto narcotráfico marítimo que los criminales decidieron poner semáforos en los islotes. Los embotellamientos, y el instinto de violar las leyes, los hicieron decidirse por usar submarinos y avionetas. Saturadas las rutas sub acuáticas y de los aires, crearon los muy necesarios “segundos pisos” (y terceros, cuartos, quintos, sextos…).

Vecinos insoportables Victoria de García Jolly (México)

Con la irritante imprudencia de los gritos que llegaban desde el piso inmediato inferior, me fue imposible dormir: Amanda, mi vecina que era el orden andando, descargó toda su ira contra el insensato, indigno, innoble e infeliz de Ignacio, su marido, que le fue infiel y a quien sorprendió in fraganti en su propia cama. De un jalón e in crescendo no le quedó más que insultarlo con inquina diciéndole ipso facto: ideático, ido, ignaro, ilegal, imberbe, imperito, implume, impostor, imprudente, impúdico, inadaptado, inameno, incasto, incoherente, inconsciente, incordio, incróspido, indeseable, indino, infame, infractor, ingrato, inmoral, inmundo, insensible, insípido, insignificante, insolente, inútil, idiota, imbécil, menos inocente. Él, impávido, respondió a Amanda: adiós ¡amargada!, azotando la puerta tras de sí.

BROKEN de Yurena de González Herrera (España)

Sin miedo ni límites. Nada queda de esa persona, solo el horror de la pérdida. Algo se ha roto y no encuentras las piezas. ¿Dónde buscar? Ahora quedan trozos de momentos, de tramos de tiempo. Un paso, un crujido. Salto al vacío y otra vez sin alas. Es el escenario de este resurgir: crujir de rabia.
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De sexo de Leandro Hidalgo de (Argentina)

La llamaría ni bien llegara a casa para proponerle todos mis deseos, que me saldrían de la boca atropellandose, desvistiéndose a mitad de las oraciones. Pero antes debería llegar a casa. Y ese viaje será bastante largo. Desde luego, necesitaría un cuerpo de hombre adulto o un cuerpo de hombre o un cuerpo, a decir verdad. Es imprescindible nacer, me dice un viejo fantasma al que en nada conmueve mi sexualidad prematura.

El verdugo de Diego Muñoz Valenzuela (Chile)

El verdugo, ansioso, afila su hacha brillante con ahínco, sonríe y espera. Pero algo debe vislumbrar en los ojos de quienes lo rodean, que petrifica su sonrisa y se llena de espanto. El Heraldo se acerca al galope y lee el nombre del condenado, que es el verdugo.

Siete segundos de Ildiko Nassr (Argentina)

Siete segundos son los que tarda en morir un cuerpo que ha sido arrojado por la horca. Siete segundos que marcan la diferencia entre la vida y la muerte. Siete segundos en los que la agonía se exacerba y se pone en duda la decisión tomada. Son eternos siete segundos, suficientes para contemplar la película de una vida.

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Comienzo de José Manuel Ortiz Soto (México)

Sobre el papel ya todo estaba escrito, pero el tiempo y la mala calidad de la tinta lo habían borrado. Sacudí la hoja de papel amarillento y una brizna de minúsculas mariposas aletearon en silencio. Habría que comenzar de nuevo.

Cortesanías II de Alfonso Pedraza (México)

Desde siempre, dada su alcurnia, había sido de extrema derecha. Ahora, sin miramientos y por exigencias de gobierno, la cuchara permanece estoica a la izquierda de la escudilla del nuevo monarca zurdo.

Olvido de Gabriel Ramos (México)

Desde que ella lo abandonó, se propuso olvidarla. Tiró a la basura sus fotografías, cartas, regalos y hasta las mancuernillas de plata del último cumpleaños. Hace varios días se sorprendió gratamente porque ya no recordaba cuál era el sonido de su voz; en diversas ocasiones fue incapaz de visualizar su rostro y sólo entre sombras recuerda su figura. Ahora no solo no tiene memoria para recordarla, sino que ha olvidado el lugar donde vive y los nombres de sus hijos.

Encuentro de Adriana Azucena Rodríguez (México)

Ayer vi a mi padre del brazo de otra mujer. Lo malo del asunto es que papá está muerto desde hace cinco años. Lo peor, lo que me quita el sueño, es que, al pasar junto a mí, murmuró: “No le digas a tu mamá”. Lo bueno de aquello es que revisé su agenda, quizá ahí descubriría la identidad de la desconocida: hallé entre las páginas algunos billetes, antiguos pero aún en circulación. ¿Un soborno o el último domingo?

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Génesis de Angélica Santa Olaya (México)

Y Mark dijo: “Hágase la Luz… y la Luz inundó los píxeles de la pantalla develando incontables y hambrientas serpientes que se retorcían sobre la cabeza de una cibernética Medusa.

Bodegón onírico de Paola Tena (España)

Soñé que cargaba una bandeja con la cabeza de un atún. La había cocinado alguien conocido así que no podía hacerle un desaire. Come, come, me urgía el onírico chef mientras yo presentía, dentro de mi sueño, que mirar los ojillos gelatinosos del pez decapitado era tan perturbador que seguramente iba a terminar soñando con ellos.

Emplumados de Fernando Sánchez Clelo (México)

El pájaro carpintero escribe odas a la naturaleza en clave morse.
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El avestruz mete la cabeza en un agujero para paliar el sueño de ser espeleólogo.
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En su vuelo, el águila calva imagina como pelucas punk a los puerco espines.
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Superhéroe al rescate de Marymar Turquesa (México)

Un hombre desesperado mete la cabeza a un horno de gas, pretende quitarse la vida rápido y a como dé lugar. La emanación empieza a inundar su estómago, pulmones, venas, aunque en un principio le provoca asco y tiene ganas de vomitar, por alguna extraña razón el gas no lo mata, sólo lo va volviendo amarillo. Ahora con sólo tronar los dedos, puede encender cigarros, o la estufa, la flama sale del índice. No piensa más en la muerte, su vida ha cobrado un nuevo sentido.