¡Señor no se la lleve! Grite al ver como llevaban a la luna trepada en un dompe

137

El grito salió natural, espontáneo, como sucede cuando pasa algo inesperado y aflora el instinto y la razón se hace a un lado para que los sentimientos hagan lo que quieran o lo que es peor, lo que puedan.

Pero era un hecho inverosímil, ¡se estaban llevando la luna! Y con toda la desfachatez del mundo, la llevaban en un camión de volteo, esos a los que uno de lepe aprendió a decirles “dompes”.

El asombro era mayúsculo, y más por que era a plena luz del día, bueno, es cierto, era a esas horas en las que la luz del sol se pone amarillenta, porque ya está por terminar su recorrido. Se puede decir que el sol ya tocaba el poniente y ella, esplendorosa, llena, absolutamente llena salía por los cerros del oriente.

Pensándolo bien, quizá esa es la mejor hora para realizar un atraco de esa naturaleza, pues Selene al salir toca los cerros, es cuando “más cercana” está, y en los días de plenilunio, se le ve como deberían de ser todas las mujeres al despertar, o mejor aún, cuando se van a hacer cargo de demostrar de todo lo que son capaces a la hora de amar y de ser amadas, o nada más de desear y ser deseadas, es decir, ella estaba plena, voluptuosa, enamorada, sensual, lista para esas cosas que se hacen en la intimidad y que es mejor contarlas con alegorías, para no caer en lo burdo, en lo obsceno.

Voltear a los lados y ver con desesperación que a nadie le importaba, que cada quien estaba “en lo suyo”, es desesperante, pues los vecinos de esta época ya no se toman el tiempo para dedicar unas horas para perder el tiempo, así como sucedía antes, en aquellos años en los que lo más tradicional era salirse a la banqueta, con una silla y una taza de cafe y si se podía y había, con un pan ranchero y pedazo de queso, igual, ranchero, de ese que tiene el sabor fuerte, del que no es discreto y que hace una hebra deliciosa en los frijoles aguados o en las quesadillas.

Y se queda uno horas platicando de nada, saludando a los vecinos, enterándose del ultimo chisme del barrio.

Pero esos fueron otros tiempos, hoy todo es prisa, nadie tiene tiempo de quedarse en la banqueta a  no ver nada y ser felices poniendo orden al interior, pues para eso era ese tiempo, para sosegar el alma, para calmar las ansias y entender que hay más tiempo que vida.

¡Pero el robo era descarado! tenían a la luna trepada en el camión de volteo y alcance a tomar la foto para guardar la evidencia del robo, para presentar la denuncia debida.

Ahora bien, me quede pensando un rato y me acorde de mi abuela, de mi jefa, de Doña Enriqueta, quien con su sabiduría ranchera un día me explicó, que hay muchachas a las que se las roba el novio, “pero hay otras que solitas brincan la cerca y ya hasta el costal traen con sus cosas, a esas no se las robaron, nada más se juyeron, a la mejor ya les quemaban las ansias, o a la mejor ya iban de encargo y por ese se juían con el novio”.

En aquellos años yo estaba muy lepe y aunque es conocido y muy sabido que este tundeteclas, ni cuando tenía que ser inocente, lo fue, en esos años todavía había algo de inocencia y no preguntaba yo ¿cuales eran esas ansías? Y mucho menos, ¿cual el encargo?

El caso es que el recuerdo se me vino de sopetón, y al tomar la foto, yo veía a la Selene muy tranquila, muy trepada en el dompe. incluso, hasta puedo decir que se veía muy oronda ella, ruborizada, porque eso sí, brillaba, como deben de brillar ellas cuando las ansias les ganan o cuando ya están de encargo, por haber satisfecho esas ansias.

Me le quede viendo y hasta creo haber visto que respiraba, con esos suspiros profundos que hacen las mujeres al relajarse, al centrar todos sus sentidos en lo que están sintiendo, el que los roces, las palabras y hasta el olor de quien las está haciendo suspirar, les contagia.

Y fue por eso que volví a gritar por segunda vez, ¡señor no se la lleve! Pues Selene nos hace falta a muchos, para verla, para que nos guíe por los caminos de la añoranza, para que nos cuente de recuerdos futuros, para que haga más dulces los recuerdos pasados, para que nos consuele con los dolores presentes y por supuesto, para que nos acompañe en esos momentos en donde todo se nos vuelve ansia, cuando el corazón nos late más fuerte, cuando hay alguien junto a nosotros que suspira y gime, con las mismas ansias que uno.

Me hubiera quedado un rato más viendo, pero esas cosas se disfrutan solo por breves segundos, pues los hechizos de esas naturaleza son breves, eso sí, son sumamente placenteros, pero nos despierta el sonido de un claxon, de otro vecino que no entiende para que le estamos tomando una foto al cerro, trepados en la camioneta y parados a media calle, obstruyendo el trafico.

Seguí avanzando y de nuevo eché un vistazo y me dije a mi mismo, “pero ya tomé la foto, si mañana no aparece Selene, yo tengo la prueba de quien se la llevó” y me reí, solté la carcajada y solito me contesté, pero si mañana la veo salir, así como iba, muy oronda ella, ruborizada, brillando, a la mejor no me tocó ver un robo y solo fue que la descubrí cuando ya iba camino a matar esas ansias de las que hablaba mi abuela y me reí más, al pensar, ¡mira que suerte del cabrón que la lleva! y me dio envida y me reí más…

Que sabroso es tener tiempo, para perderlo y poner orden a las cosas de adentro… ¿a usted le pasa lo mismo? Si no es así, hágalo de vez en vez, a la mejor y se topa con que usted es sumamente divertido y usted no se había dado cuenta, solo por no darse el tiempo de demostrárselo…