A 10 años y un día, Crónica de un asesinato múltiple y un sueño tres o cuatro meses después

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A mis hermanos Javier Salinas y Javier Moya…

“…Miro al cielo y no me basta
Y tus fotos que me engañan
Y me hacen creer que hoy llamas en la tarde
Para saludarme…”.

Kany García

Los hechos ocurrieron pasadas las 21 horas, hace exactamente 10 años y un día, es decir el 20 de abril del 2012, los primeros reportes señalaban que en el bar “El Colorado” ubicado en la calle Ciprés y González Cossío de la colonia Granjas, un grupo armado había disparado contra los parroquianos, no había claridad sobre la cantidad de muertos y heridos.

Cuando los elementos de la policía municipal llegaron al lugar de los hechos, de inmediato reportaron, que había entre 14 y 17 muertos y al parecer una sobreviviente. Más tarde el periodista y amigo Carlos González, en ese entonces vocero de la Fiscalía General del Estado, informaría que en lugar había 15 muertos, entre ellos, los periodistas Javier Salinas Aguirre y Javier Moya Muñoz.

Gonzáles fue el que al informar explicó como ocurrieron los hechos, “… de acuerdo con testigos, al menos siete sujetos entraron al bar “El Colorado” en busca de información de dos personas, pero al recibir la negativa de los presentes formaron a todos los comensales para después fusilarlos”.

Aproximadamente 7 horas antes de la hora trágica:

“Entonces que doc. ya le toca, no se haga que la Virgen le habla y piche las tostadas en la Malinche, ya hace hambre”, le dije a Moya mientras nos subíamos a la camioneta Adventure, una Fiat roja a la que le dimos toda la carrilla del mundo.

Eran poquito antes de las dos de la tarde, cuando el Doctor -como todo mundo le decíamos a Javier Moya, aunque nunca se tituló como médico dentista- y este tundeteclas, salíamos de las oficinas de la Dirección de Desarrollo Urbano y Ecología del municipio, habíamos asistido a una reunión de trabajo, para establecer una estrategia de comunicación para esa dirección y otras dos o tres de la administración de Marco Adán Quezada.

Un servidor era el subcoordinador de Comunicación Social del municipio y Moya se iba a estrenar como enlace de varias dependencias en una estrategia que habíamos diseñado para sacarle jugo a la actividad que se hacia desde el gobierno municipal.

El Doc y yo teníamos una amistad de más de 15 años, incluso había sido el subdirector de la prepa de la que nunca me gradué, pero también fue mi jefe en Radio Noticias 920, de Mega Radio.

Ya arriba de la camioneta me respondió sonriendo, con esa risa de niño vago que le caracterizaba, “Andele pues aferrado, además de que usted trae los mismos antojos que el tocayo Salinas, ahí nos va a estar esperando”.

Se refería Moya a Javier Salinas Aguirre, compañero y más que compañero hermano, periodista de radio y medios digitales, quien sin lugar a dudas era poseedor de una inteligencia muy por arriba de lo normal y con una gran intuición para entender los motivos y aspiraciones reales de los políticos y gobernantes.

Quizá las más grandes cualidades de Salinas, era su capacidad para la síntesis, y el análisis pragmático de las cosas.

Comimos los tres en La Malinche, era cierto, apenas llegamos y Javier Salinas ya nos estaba esperando, fueron tres tostadas y tres consomés, Javier Moya fue el que pagó la cuenta.

Ellos tenían el plan de ir a ver un par de propiedades, para comprarlas o conseguir una casa en renta de buen tamaño, pues querían ellos empezar un proyecto y necesitaban oficinas cómodas para ello.

Después de esas tareas que tenían pendientes, además de ir a liquidar un par de deudas, iban a realizar su ya tradicional “paseíllo de los siete templos”, como socarronamente le decía Moya a su costumbre de ir de bar en bar durante toda la tarde, hasta que al final terminaban por irse al departamento de Moya a rematar la juerga. Que era cuando Moya sacaba la guitarra y se acordaba de sus tiempos cuando se ganaba la vida cantando en los bares a cambio de unas monedas de los parroquianos.

A mi nunca me ha gustado eso de andar deambulando de una cantina a otra, y por eso el trato que hicimos fue que yo me comunicaba con ellos en la tarde noche, cuando ya estuvieran en el último bar del recorrido, que los alcanzaba en ese lugar y de ahí nos íbamos al departamento y que yo me llevaba una de tequila.

Me fui a la oficina en la presidencia municipal a preparar una información que tenía que presentar en una reunión con el alcalde, pero la reunión se suspendió y tome la determinación de irme a la casa y aprovechar la tarde para ir a comprar algunas cosas para una carne asada que tendríamos para el personal de Comunicación Social.

Llegar a la casa, salir de compras acompañado de la “Shakira” sinaloita mamá de mis hijos y dejar el celular cargando, fue rápido.

De regreso a la casa en las estaciones de radio se dio la noticia, acababa de darse una balacera en un bar en la colonia Granjas.

Regresar a la casa, checar medios digitales y ponerse en contacto con los de comunicación social de la Policía Municipal, ponerse de acuerdo que era a la fiscalía a la que le tocaba cargar con el trabajo de informar de los hechos, tras ello hablar con el Secretario General de Gobierno, informarle y esperar alguna indicación, por último mandarle el mensaje al alcalde con el parte informativo que había hasta el momento.

Tras ello tomar a determinación de que “el diablo andaba suelto” y que lo mejor era ya no salir de casa.

Poco antes de las cinco de la mañana, la llamada que nos despertó fue la de Arturo Meza, un gran amigo a quien le debo muchas cosas en esta vida, quien en ese entonces era el reportero policiáco de El Heraldo de Chihuahua.

“¿Pacón -siempre nos saludamos con el apodo de la secundaria- sí supiste lo del “Colorado” verdad?”, me soltó sin más saludo de por medio, le empece a responder que sí estaba enterado, pero que la información oficial la daría la Fiscalía General del Estado y apenas estaba por ofrecerle que si conseguía algo extra de información contara con ella, cuando me interrumpió, “¡chingado! ¿No sabes verdad?, mataron a los Javieres, todos los digitales traen la foto es la que subieron todos”.

Primero no entendí de que hablaba, trate de acordarme de alguna banda o pandilla con esos apodos, cuando de pronto se me aclararon las ideas, y casi le grite ¡no mames!, ¿El Jvy y Moya? Y se me empezaron a salir las lagrimas mientras un nudo se me formaba en la garganta.

Arturo me confirmó la fatal noticia, mis hermanos Javier Salinas Aguirre y Javier Moña Muñoz, habían sido asesinados en “El Colorado”.

Tomar el celular revisar las fotos en las páginas informativas, hablar con varios de los directores, pedirles el favor de amigos, ¡hombre no jodas, son dos compañeros, eran tus amigos cabrón, quita sus fotos, no seas hijo de la chingada!, con unos de esa manera, con otros de forma más amable, pero a todos se les habló.

Llamarle a mi compadre Pazos, esposo de mi comadre Lety, hermana de Javier Salinas, para preguntarle si ya les habían dado la noticia y que si donde estaba mi comadre, él me respondió que ya estaban sus hermanos en camino a su casa y que no hacia falta mi presencia.

Luego el día fue una vorágine informativa, preparar para El Heraldo de Chihuahua una breve semblanza de mis dos hermanos, acudir al funeral, abrazar a las familias, llorar por los dos grandes amigos, cómplices, hermanos muertos y al día siguiente ir a la Santa Misa a despedirlos y acompañarlos al panteón.

Luego vinieron los días de juntas de trabajo para lograr acuerdos con la presidencia municipal y con el gobierno del estado para que se mantuvieran los convenios de publicidad para que la viuda de Javier Salinas continuara con su página informativa.

Tres o cuatro meses después:

Llegar a la casa cansado, pasadas las once de la noche, caer muerto, dormir y empezar a soñar, vi mi barrio en la campe, yo parado a la orilla de la bajada al río Chuvíscar y al voltear a la esquina de “arriba”, ver bajar caminando a Javier Salinas, con ese paso de cóndor acompasado, sorprenderme de lo bien que se veía mi hermano, bien peinado, la camisa bien planchada, zapatos voleados, pantalón de vestir. Conforme se acercaba verlo extender sus manos a los costados de su cuerpo, con ese tipo saludo tan suyo y su ¿qué pasó? De toda la vida.

Se me salieron las lagrimas, es más, hoy al escribir esto me vuelve a pasar lo mismo.

Esperar a que llegara y darle un abrazo, y preguntarle, ¿qué pasó mi Jivy? Y escucharlo responderemos con una sonrisa, “todo bien, muy bien, ¿cómo estas?”.

No encontraba qué decirle, qué preguntarle, me quedé sin palabras, el vio mi situación y me dijo, “vinimos a visitarte, a darte un abrazo, a decirte que estamos bien, mira hay viene el doc”.

Me lo dice y volteo a ver a Javier Moya bajar caminando la cuesta de la calle en donde está la casa de mis padres, él vestido con su camisa de botones de presión y sus pantalones apretados entubados, de botas, como toda la vida.

¿Qué dice el hombre?, el saludo de toda la vida, a respuesta fue darle un abrazo y decirle ¿qué hay doc?.

“No hay nada, sólo andamos de visita saludando al amigo que no se olvida de nosotros”, me solté llorando, hoy de nuevo estoy con el llanto agolpado en los ojos y con un nudo en la garganta.

Los ví muy sonrientes a los dos, y me entró una duda enorme, ¿vienen por mí?, ¿ya me voy a morir? Y los dos se voltearon a ver uno al otro y después a mí, los dos hicieron la expresión de encogerse de hombros y extender las palmas de las manos a un costado de sus cuerpos, clásica expresión del que no sabe qué contestar.

Moya me abrazó y me dijo, “eso no lo sabemos mi César, sólo andamos de visita y ya nos tenemos que ir, no crea usted que lo dejan a uno andar paseando muy a las peladas, pórtese bien y no se olvide de nosotros, que nosotros no nos olvidamos que somos compañeros y más que compañeros hermanos”.

Los vi desaparecerse, se difuminaron, así como cuentan las películas que se desaparecen los fantasmas, me desperté llorando, con un llanto mezcla de alegría, añoranza, alivio y quizá miedo al pensar que mi hora estaba cercana y que su visita pudiera haber sido un mensaje.

Hoy han pasado 10 años y un día, de aquel viernes 20 de abril del 2012, día en que la maldita violencia me quitó a mis amigos Javier Moya y Javier Salinas, día en que perdí a dos hermanos a los que nunca olvido y con los que seguido platico, pues me imagino que viajan conmigo en mi camioneta y de vez en vez les cuento cosas, algunas con el finde hacerlos rabiar con lo que pasa, otras para acordarnos de muchas vagancias, de como nos burlábamos al ir a la Santa Misa juntos y decir que cuando el padre nos arrojaba el agua bendita a la hora de la bendición final, el liquido bendecido se evaporaba antes de tocarnos, de tanto pecado que teníamos y que Dios no nos los perdonaría tan fácilmente.

Usted se acuerda que hacia a estas horas -11 y media de la mañana- hace 10 años. Yo sí, yo tecleaba una computadora escribiendo la semblanza de dos periodistas que habían sido asesinados en el bar “El Colorado”, se me salían las lagrimas, pues escribía de quienes habían sido dos que toda la vida consideré mis hermanos. Hoy, 10 años después, estoy haciendo lo mismo, escribo sobre mis hermanos y las lagrimas se me salen de los ojos…

Hoy
Como cada tarde
Te imaginaba…
Confieso que me haces tanta falta
Para decirme: “todo va a estar bien”
Para escucharme con una guitarra
Sentado con tu taza de café…

Kany García.