La Sombra de las Letras: Rafael Navarro Barrón

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Quieren matar a Javier Corral

Recuerdo la severidad con la que Javier Corral Jurado trató el tema del ex comandante Elías Ramírez Ruz, este siniestro jefe policiaco que dejó marcadas las corporaciones de seguridad al representar el periodo más oscuro de los cuerpos policiacos y la más aterradora historia de terror que se haya vivido en Estado de Chihuahua.

Javier Corral escribió mucho de este comandante y de lo que hacía la corporación que representaba. Tristemente, el ahora gobernador, se está ahogando en su propio vómito, al no saber qué hacer para hacer frente a la violencia. La seguridad del Estado se le va de las manos y, como un neófito del tema, intenta acallar lo que realmente ocurre con su retórica barata y sus recurrentes mentiras.

Es por eso que en estos momentos existen motivos reales para que, un comando o un solitario gatillero, intenta asesinar a un gobernador del Estado que se puso a bailar sobre un hormiguero y ahora no sabe como sacudirse las hormigas.

El deseo social está enfocado a la paz. Queda claro que nuestro deseo es larga vida para Javier Corral, sin embargo no soslayamos la idea de que el gobernador y otros funcionarios están en riesgo de sufrir un atentado.

No tengo evidencias sobre tal afirmación, pero cualquiera que esté al frente del poder ejecutivo sabe en qué terreno se está metiendo cuando inicia una guerra contra el narcotráfico o el mal llamado crimen organizado.

La estructura de seguridad que rodea al gobernador Corral es una prueba de ese riesgo que enfrenta, al igual que lo enfrenta el fiscal general del Estado, César Augusto Peniche y quienes están al frente de las agencias policiacas de la entidad, en este caso los jefes y miembros de la Policía Estatal y de la Policía al servicio del ministerio público, ambas instancias dependientes de la Fiscalía General del Estado.

Diariamente transitamos en una sociedad que ha idealizado la ingenuidad. Y hay que advertir a tiempo, esto que nos ocurre es solo el inicio de lo que viene. La polarización política, el narcotráfico metido hasta las narices en las estructuras de gobierno, los jefes policiacos jugando con los bandos delincuenciales que se disputan las plazas, son solo algunas de las evidencias que ponen en riesgo la paz de los chihuahuenses.

Un asunto que nos debe de preocupar son las características de los jefes policiacos que están al frente de estructuras de seguridad de los tres niveles de gobierno. No nos convencen porque son auténticos imbéciles, carentes de sensibilidad para atender los problemas de inseguridad que nos aquejan.

A estas circunstancias, hay que agregar la otra polarización, la política, que pinta de cuerpo entero a quienes nos representan en los gobiernos. Los actores políticos siguen metidos en una guerra electoral que brincan de un proceso a otro con el mismo discurso, con las mismas mañas.

He leído en las últimas horas los efectos de la polarización de los grupos políticos que se están disputando los cargos de elección popular que estarán en juego el 1 de julio.

Hay un obstinado juicio que se deriva de la presencia del gobernador en una cancha de golf, mientras sus guardias personales eran agredidos por gatilleros.

Sucedió lo mismo con los agentes encargados de la seguridad del fiscal César Augusto Peniche que fueron objeto de un atentado por parte del crimen organizado o de quien haya sido, cuando estaban cuidando la casa del funcionario estatal. Una y otra vez se repiten las hipótesis que están a nuestra disposición y la poca información que suelta el mismo gobierno estatal.

El problema no se centra en si el gobernador acudió o no lo hizo a jugar una partida de golf, eso es secundario; que Corral tenga un hobby no reviste la menor importancia frente a los hechos que hoy se narran.

Otros gobernantes tenían como afición robar, sus amantes, sus lujos, un helicóptero, sus ranchos, el sueño guajiro del poder y otras linduras.

En el caso que nos ocupa, lo delicado es la forma en que el gobernador Corral está asumiendo el problema de la violencia en la entidad.

Hace muchos años, a través de sus artículos, Corral fue cáustico en contra de los jefes policiacos corruptos, asesinos y torturadores. Se aplauden dichos señalamientos porque se circunscriben en el llamado abuso de poder que es una visión retrógrada y enfermiza de la función pública.

Ahora, como gobernador, a Javier Corral le corresponde garantizar, con responsabilidad y energía, el tema de la seguridad pública.

En contraparte se percibe a un gobernador perdido en la politiquería barata, en las repuestas bien estudiadas de organizar marchas y reuniones públicas informativas, cada vez que tiene problemas, como si el pueblo estuviera ávido de peroratas.

Todo está confinado a lo mismo, a la pelea con otros niveles de gobierno. Ignora Corral que, aunque no nos guste, “el poder es para poder”. En el asunto político entre federación y estado, no hay tregua. Nuevamente, gracias a esa posición política de quienes nos gobiernan, nos colocamos en una tesitura que no nos conviene a nadie: abandono federal, la insana lejanía, la falta de recursos para la entidad y de apoyo para los problemas sociales agudos.

Podría utilizar la frase gastada que dice: “no podemos dejar que eso nos pase”, pero la cambio por la frase “nada podemos hacer contra el choque de dos poderes obstinados y absurdos”.

Pararse en el hormiguero político tiene sus consecuencias y esa guerra no se gana con marchitas o con sesiones públicas de información que solo atrae a los incondicionales del gobierno que acuden a escuchar los discursos bolivarianos y dantescos, al estilo de Fidel Castro.

Al pobre, al obrero, al empresario, a los estudiantes, a los académicos, a los profesionistas, al clero, a los periodistas y a gran parte de la sociedad, no nos interesa que la federación quiera atraer el caso del secretario general del PRI que metió Corral a la cárcel por usar dinero público a favor de ese partido.

Llevarse a ‘la coneja’ (así le dicen al ex secretario priista) y a dos de sus cómplices a una instancia federal, es irrelevante. Nada de eso remedia el sentimiento de falta de justicia, es una guerra absurda entre el malogrado presidente de la República y quien ahora gobierna, con mucha obstinación, el estado de Chihuahua.

Tristemente, el gobierno estatal, carece de policías que tengan la característica que se requiere en el combate al crimen organizado. Con cerebro de chorlito, los diversos jefes de los cuerpos policiaco no tienen tamaños, ni gente, ni ganas de hacer frente a las estructuras delincuenciales. Las instancias policiacas se han nutrido con auténticos ‘muertos de hambre’ que están al servicio de criminales y que se han divorciado de la función pública.

Al estado ni siquiera le funciona el área de inteligencia, porque sus agentes tienen miedo reportar lo que realmente ocurre en las corporaciones y fuera de estas. Saben que esa información es altamente peligrosa.

La resolución de la investigación del caso Miroslava Breach, fue relativamente sencillo por la gran cantidad de personas involucradas, abiertamente, en la indagación. Gente cercana a Corral y gente cercana al PAN, dieron la pauta para que la Fiscalía pudiera dar el ‘campanazo’ y no dejar el asesinato como un caso de impunidad.

Las historias del gobernador y su paso por el periodismo crítico, abundan. Decenas o quizá centenas de artículos que fueron escritos por Corral dan cuenta de su valor para denunciar lo que ocurre con los jefes policiacos y sus corporaciones.

Javier Corral Jurado, a través de la revista Semanario, propiedad del que ahora es su coordinador de Comunicación Social en el gobierno del Estado, Antonio Pinedo Cornejo, da pelos y señales de la posición enérgica contra un jefe policiaco que ahora sería de mucha utilidad en su gobierno, aunque no sería contratado por abusón y asesino.

De este último punto parte el fariseísmo político de Corral Jurado. Su gobierno es represor, la tortura sigue a todo lo que da y de ello dan cuenta las Comisiones de Derechos Humanos, la corrupción forma parte del sistema de gobierno…los policías no están al servicio de la comunidad sino al servicio de ellos mismos.

En junio del 2012 se informó de la muerte de Elías Ramírez Ruiz, a los 80 años de edad. A pesar de las acusaciones que, en diversos momentos, se presentaron en su contra y de una orden de aprehensión contra el finado jefe policiaco, nunca pisó la cárcel.

Era un hombre temido y respetado; un mal necesario en cualquier estructura policiaca del Estado. Su poder llegó a niveles inimaginables. El dominio alcanzó las esferas federales, estatales y municipales como una sola. Nunca en la historia de la entidad un hombre aglutinó tal poder para combatir la delincuencia. Aplacaba con balas a los que no se sujetaban a las órdenes de sus ‘patrones’ y los patrones muchas veces fueron políticos igual de sanguinarios que él.

No quiero hacer apología de un criminal de ese tamaño, intento referir cuáles son las causas principales de lo que nos ocurre como estado en materia de seguridad pública.

Una de esas causas es que los policías están perdidos, no saben por dónde empezar y cómo afrontar el problema de la delincuencia. Los están matando sin defenderse y cuando se defienden corren el segundo riesgo de ser entregados al crimen organizado por sus mismos compañeros.

Los jueces, al servicio del gobernador en turno, son la otra parte débil de la estructura. El poco trabajo que realizan los policías, los magistrados lo echan a perder dejando salir a los delincuentes en la llamada ‘puerta giratoria’. En muchas ocasiones se aplica la ley, pero en otras se aplica el recurso del miedo, pues no quieren exponer sus vidas llevando a prisión a criminales que pueden tomar represalias; y lo más grave de todo, en muchas ocasiones liberan a los detenidos por abiertos actos de corrupción.

Al narrar el pasado, no intento alabar la figura nefasta de Elías Ramírez, intento dar una pista de cómo se enfrentaba a los delincuentes del pasado. Muchas veces se tuvieron que afrontar estructuras muy sólidas que estaban al servicio del narcotráfico y, al mismo tiempo, estaban al servicio del estado.

En 1992, cuando Elías Ramírez acababa de concluir su misión como ‘protector del poder’, el entonces presidente de la Comisión de Justicia del Congreso del Estado, Javier Corral Jurado habló a nombre de los diputados panistas, que eran mayoría en el Congreso, y fustigo severamente al perseguido y apestado político Fernando Baeza Meléndez de quien dijo que “por su amistad con Elías Ramírez, al que por lo menos nunca dejó de encubrir, debería de enfrentar el juicio penal”
El gobernador de aquel entonces, Francisco Barrio Terrazas sostuvo que la aplicación de la ley “tiene que ser pareja” y que en el caso de Elías Ramírez, “quien gozó por muchos años de impunidad”, las investigaciones del gobierno federal deben llegar al fondo, sin importar las consecuencias “caiga quien caiga”.

Elías Ramírez fue acusado de vincularse con el llamado Cártel de Juárez, encabezado por los hermanos Rafael y Eduardo Muñoz Talavera, apresados el 20 de septiembre en la ciudad de Tijuana.

El ex comandante Ramírez Ruiz ha sido el hombre más temido en el Estado de Chihuahua en los últimos años. Su simple figura lo describe perfectamente: un hombre de bigote recortado, gesto adusto, alto, esbelto, acostumbraba a utilizar sombrero texano y botas; habitualmente con un cigarro en los labios y lentes oscuros… siempre presumió de sus acciones contra el narcotráfico, a pesar de que durante su estancia en el cargo floreció como nunca en la región.
Ramírez fue el guardaespaldas favorito de Oscar Flores Sánchez, ex gobernador de Chihuahua y del ex procurador General de la República Baeza Meléndez, hijo político de Flores Sánchez, lo adoptó como guardaespalda desde que fue subprocurador en el PGR y, siendo ya gobernador, lo apoyó para que fuera nombrado comandante regional de la PJF en la entidad. Javier Corral, expresaba en sus artículos la verdadera cara de Elías Ramírez: detenciones ilegales, torturas, asesinatos, extorsiones, allanamiento de domicilios, confiscación de ranchos, agresiones a poblaciones enteras, corrupción y todo tipo de excesos
El sacerdote Javier Avila, ahora incrustado en el gabinete de Javier Corral, que en la década de los noventas asumió la presidente de Cosydhac, recuerda que (Elías Ramírez) “encabezó una época de terror, de la que muchos ni siquiera se quieren acordar. Nosotros jamás nos cansamos de denunciar las irregularidades de ese tipo nefasto en su proceder como autoridad. Fue el principal blanco de quejas durante el gobierno de Baeza Meléndez”.

Según Corral, en el gobierno de Baeza Meléndez “el comandante era la ley” y la aplicaba a su arbitrio. Su código fue el terror y de esto supieron cientos de chihuahuenses, desde los más humildes hasta los encumbrados”.

En el año 1990 fue destituido como comandante de la Policía Judicial Federal, Elías Ramírez Ruiz. Ese año laboraba en el periódico El Heraldo de Chihuahua. El director era el maestro Alejandro Irigoyen.

El ex comandante policiaco era el principal mecenas de decenas de periodistas en esa época. El dinero que repartían, principalmente dólares, provenía del narcotráfico.

El reparto de dinero era un secreto a voces, por eso el día en que cayó, la nota de su salida de la PGR se manejó con sigilo y, al mismo tiempo, con nostalgia. Se iba para siempre de la función pública el hombre leyenda que sirvió como inspiración para cientos de artículos periodísticos y tanto pesó en la estructura policial, que el propio Corral escribió largas cuartillas dando cuenta de este jefe policiaco.

Rafael Navarro Barrón zagaleton.navarro@gmail.com