Es hora de decir adiós: Toy Story 4 cierra una saga perfecta

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Hollywood tiene una grave problema con las despedidas. El continuo arte de la repetición cinematográfica lleva décadas demostrándonos que cuando se trata de decir adiós, a los estudios les cuesta muchísimo. Y en lugar de hacer terapia y desprenderse de esas historias que marcaron su éxito (e inflaron sus cuentas bancarias) siguen volviendo y sacando de la galera nuevas formas de volver a contarnos lo mismo. Y la última en sumarse a esta necesidad existencial de Hollywood es Toy Story 4.

©2019 Disney•Pixar. All Rights Reserved.
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Sin embargo, si hace 9 años creímos que nos habíamos despedido de los juguetes de Andy para siempre con una tercera entrega magnífica y, a priori, insuperable, cuando se trata de Pixar, no podemos bajar la guardia. El estudio lo ha vuelto a hacer, demostrando que en su caso, la terapia aún no estaba terminada.

Toy Story 4 aterriza en cartelera el 21 de junio recurriendo una vez más a los mensajes sobre amistad y la importancia de la niñez y sus facetas con juguetes reales que alimentan nuestra imaginación, como una parábola que juega en contra del avance de los videojuegos y la tecnología. Con un guion de Andrew Stanton, el mismo que coescribió las tres entregas anteriores, y con Josh Cooley al mando en su debut como director, la película demuestra que cuartas partes pueden ser buenas, muy buenas, dándole otro final a la saga.

Y digo “otro” final porque Toy Story 3 ya se lo había dado. Aquella secuela provocó un mar de lágrimas en cines de todo el mundo, sobre todo en los adultos, que nos vimos representados en esa historia de etapas cerradas y despedida a una niñez que solo quedará en nuestra memoria. Andy cerraba la trilogía marchándose a la universidad y diciendo adiós a sus juguetes. Pero justo cuando Woody y sus amigos temían que su peor pesadilla se hiciera realidad, siendo olvidados en una caja en el ático, Andy los regalaba a una niña llamada Bonnie. Y mientras se aleja, con una parábola sobre la despedida a la niñez, los juguetes comienzan una nueva etapa mientras el vaquero protagonista, como si fuera un padre metafórico, ve a su “hijo” predilecto marcharse hacia el resto de su vida.

Durante cuatro años, aquella secuela de 2010 fue la película animada más taquillera de la historia, recibiendo el aplauso unánime de la crítica. Fue un final tan redondo que la revista TIME y Quentin Tarantino la definieron como la mejor película de aquel año.

©2019 Disney•Pixar. All Rights Reserved.
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Nueve años después, Pixar nos trae una cuarta entrega que sirve como final definitivo de la saga. Y a pesar de los escépticos que dudábamos sobre la necesidad de una conclusión extra, el estudio hace que hiciera falta.

Toy Story 4 vuelve a recurrir a la aventura para completar una historia de amistad, reencuentros, villanos y metáforas que llegan al corazón. Los juguetes se han asentado en su nueva casa, pero cuando Bonnie comienza el jardín de infantes a regañadientes, Woody decide acompañarla para ayudarla con la transición. Haciendo de las suyas, consigue su misión. Bonnie supera el primer día pero regresa a casa con su nuevo juguete favorito: Forky, un tenedor descartable que está convencido que no es un juguete, sino basura.

Siguiendo su instinto paternal, Woody toma el papel de protector y niñero de Forky hasta que se adapte a su nueva realidad; pero cuando la familia decide irse de viaje, Forky encuentra la oportunidad de escaparse. Y Woody sale en su búsqueda. Así termina en una casa de antigüedades con una muñeca obsesionada con pertenecer a una niña pero que necesita la caja de voces grabadas de Woody para arreglar la suya que está rota. Woody escapa, dejando a Forky atrás.

¿Y con quién se topa para ayudarlo en su nueva misión de rescate? La mismísima Bo Peep, aquella pastora que siempre fue secundaria pero que ahora toma su merecido protagonismo como heroína única de la trama. Bo Peep aparece con cambio de look incluido, demostrando que ser libre todos estos años le ha sentado de maravilla.Descubrimos cómo se fue y qué estuvo haciendo todo este tiempo, convirtiéndose en una mujer/juguete libre, independiente, capaz de valerse por sí misma.

©2019 Disney•Pixar. All Rights Reserved.
©2019 Disney•Pixar. All Rights Reserved.

Siguiendo los pasos de John Lasseter y Lee Unkrich, el director original de la primera y el responsable de las dos entregas posteriores; Josh Cooley toma la gran responsabilidad de cerrar la saga después de entrar en Disney en el departamento de guionistas de Cars (2006), y de ser uno de los supervisores de la magnífica Del Revés (2015). Pero ahora el reto era mayor, afrontando un final que nadie se esperaba y que debía mantener la misma magia original aportando algo nuevo que la hiciera necesaria. Y así lo hizo. Además de los personajes entrañables de siempre, la historia añade nuevos peluches, y personajes como como Duke Caboom, un motorista sensible con la voz de Keanu Revés, o la muñeca Gabby Gabby y su necesidad obsesiva de ser querida por una niña, pero también recupera figuras que merecían su momento de gloria.

Sin embargo, los nuevos personajes hacen que otros de siempre como Buzz Lightyear, Mrs. y Mr. Potato, Slinky, Perdigón, Jessie y Rex pasen a un segundo plano. De todos modos, la secuela brilla capturando nuestra atención desde la primera secuencia con la historia que explica la desaparición de Bo Peep, manteniendo la magia y esa chispa que la hizo única hace 25 años.

Con una animación de alta calidad, que vuelve a superarse a sí misma con texturas y movimientos que rozan la realidad, Toy Story 4 concluye una saga que podría definirse como perfecta y que saca a relucir su tendencia nostálgica, así como los mensajes de lealtad, amistad, sacrificio y el valor de nuestra imaginación.

Pixar ya avisó que no habrá quinta entrega, haciendo que ésta sea un broche de oro que vuelve a hacernos reír y llorar, emocionándonos hasta el infinito y más allá.

Como decía a un principio, a Hollywood le cuesta decir adiós. Pero con Toy Story 4, Pixar concluye su terapia con una historia que pone fin pero también abre una nueva etapa con la evolución inminente de la vida, incluso en la de los juguetes. Pero, sobre todo, deja ir a sus protagonistas con un final que nos desprende de ellos para siempre. Eso sí, con más de una lágrima incluida.