Desde Cantinflas y Frida Kahlo hasta John F. Kennedy así espiaban en México

655

Reportes de mítines políticos o estudiantiles, “recolectores” de información infiltrados en universidades, movimientos sociales o células criminales, fotografías o documentos de la vida privada. Así espió en el último siglo el gobierno mexicano.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho que esas prácticas no se repetirán en su gobierno, aunque México tardará en conocer toda la historia del espionaje gubernamental: tomará unos cuatro años procesar los 12 millones de informes que el gobierno prometió abrir.

Pese a ello, se sabe que hubo “antenas” del poder en teatros donde los cómicos en los años 1930 se burlaban del presidente en turno, pintores como Frida Kahlo y Diego Rivera y el escritor Gabriel García Márquez estuvieron en la mira de la inteligencia.

Hay archivos de artistas como Mario Moreno “Cantinflas” o Juan Gabriel, y de figuras históricas como Fidel Castro, Ernesto “Che” Guevara y John F. Kennedy, incluido su asesino Lee Harvey Oswald.

En una conversación con un “recolector” de información con décadas de experiencia y con un exfuncionario que atestiguó cómo se usaba esa información. Por seguridad, piden el anonimato y omitir fechas y acontecimientos.

“El recolector”

Fue reclutado como “recolector” cuando era adolescente. Estudiaba bachillerato y un hombre que aparentaba ser funcionario universitario, le pidió “colaborar” con información del ámbito estudiantil.

Me embaucó diciendo que había un proyecto para la privatización de la educación. Pensé ‘si va a servir mi trabajo, le entro'”, relata.

Pagaban con dinero, libros o boletos para eventos deportivos. Después, le ofrecieron trabajo formal con buen salario. Entonces supo para qué órgano trabajaba. Reaccionó furioso.

Le acusé de mentirme, le dije que lo iba a delatar. Pero después acepté, era buen sueldo y en casa no abundaba el dinero. Hice exámenes muy rigurosos. Empecé a mandar informes cotidianos de lo que veía en universidades públicas y privadas, iba a manifestaciones, conciertos, partidos de fútbol”, añade.

Sus objetivos eran estudiantes, académicos o personajes que acudían a universidades. Su carácter afable le facilitaba pasar como cualquier estudiante.

  • Sin teléfonos móviles, sus armas eran su memoria, bolígrafo y papel.

Cuando un personaje repuntaba, elaboraba un archivo detallando todas sus actividades, incluida su vida privada.

Parte del perfil de una persona son sus vulnerabilidades, como vicios o preferencias sexuales. Es lo que sirve para frenarlo”.

“El ablandador”

Los archivos a ser divulgados serán versiones públicas sin elementos de la vida privada o que perjudiquen a menores o familiares de quienes estuvieron en la mira.

La vida privada es lo que te puede dañar, lo que sirve para presionar; lo que haces en público, que es lo que veremos en los archivos, es chisme (cotilleo), por muchos conocido”, comenta un exfuncionario.

Esa información “sensible”, recuerda, era utilizada en lo que llamaban “el ablandador”: una oficina, con ventana de espejo que permitía observar desde el otro lado, y amueblada con un sillón, una mesa con galletas, café… y un expediente.

Políticos, opositores, líderes sindicales y activistas eran convocados por un alto mando gubernamental tan temido como admirado.

Si llegaban muy prepotentes, pasaban al ‘ablandador’. Se les dejaba ahí. Se servían el café, galletas y luego cedían a la tentación y abrían el folder (expediente). El rostro les cambiaba. Veían del otro lado y ya pasaban con el jefe”, añade el exfuncionario.

El expediente resaltaba vicios, infidelidades o fortunas surgidas de la nada, todo fotografiado y documentado.

Todos alguna vez hemos cometido una tontería, en una fiesta, pasados de copas. Antes la homosexualidad era oro molido”, explica.

“Así funciona la vida política, y así es en todas las naciones y la historia”, dice el exfuncionario al señalar:

Era una forma de tener el pulso de la calle, saber el día a día y ejercer un control social. 

Kennedy y su asesino…

El expediete de Kennedy suma 286 páginas  y el de  su victimario, Lee Harvey Oswald, 110. El del presidente estadounidense incluye reportes de actividades públicas y recortes de periódicos sobre el magnicidio.

El expediente inicia el 23 de noviembre de 1963, un día después del asesinato, y se centra en interrogatorios a personal de la embajada cubana en México.

Oswald estuvo en Ciudad de México unas semanas antes del magnicidio. Pidió en la embajada cubana una visa para la isla porque planeaba viajar a la Unión Soviética vía Cuba.

“Una vez que Oswald entendió que no era posible darle la visa cubana, sin obtener previamente la rusa, se exaltó o enojó mucho”, señala un reporte elaborado con máquina de escribir y que recoge declaraciones de una secretaria.

El cónsul Eusebio Ascué tuvo una fuerte discusión con Oswald en inglés, a quien le reprochó que “un individuo como él en vez de beneficiar a la Revolución cubana, le causaba daño”.

Castro y “El Che”

El de Castro es el expediente más abultado de los dos, con dos carpetas de 411 y 231 páginas, mientras que el de Guevara es una única carpeta de 121 páginas.

La información arranca con la captura de los revolucionarios en junio de 1956, cuando fraguaban desde México “la conjura contra el gobierno de la República de Cuba”, señala un informe del 24 de junio de 1956.

“El Grupo denominado ’26 de Julio’ (…) está encabezado por un sedicente-doctor Fidel Alejandro Castro Ruz“, añade antes de relatar la captura de cinco cubanos, incluido el líder en ciernes, y enumerar las armas que les decomisaron.

El reporte concluye que los cubanos no están relacionados con “grupos comunistas mexicanos” y que su objetivo es “organizar grupos rebeldes” para actuar en Cuba.

Después fueron detenidos 22 miembros más del “26 de Julio”, incluido el “Che”. Tras un mes en prisión, fueron liberados.

Otro reporte del 4 de diciembre de 1956, fechado en el puerto de Tampico, en el Golfo de México, relata la tortuosa búsqueda del yate “Granma”.

Tras muchas conjeturas y testimonios, el autor del reporte concluye: “El paradero del yate ‘Granma’ ha quedado definido (…) por fuentes dignas de crédito, pues el mismo domingo 2 del actual, por la tarde, fue localizado en la costa sur de la Isla de Cuba y en el cual viajaban varias personas, suponiéndose una de ellas sea Fidel Castro”.