Carlos Alberto Salazar, de 53 años, se presentaba como un exitoso comerciante en la región colombiana del Eje Cafetero, se daba una vida de lujos y su debilidad eran los carros de alta gama. Es solicitado para extradición por Estados Unidos y lo llaman el “Pablo Escobar” de la heroína.
Salazar nació en Pereira, Risaralda, ciudad en la que vivió hasta hace dos años, cuando empezó a moverse entre Panamá, Guatemala y México. A sus familiares y amigos les dijo que estaba expandiendo su actividad comercial, sin entregar mayores detalles.
Paralelo a ello, la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) empezó a seguirle el rastro a un colombiano que estaría “ingresando grandes cantidades de heroína a Nueva York, la cual era distribuida a otras ciudades y estados con el apoyo de uno de los más temibles carteles mexicanos, el de Sinaloa”, dijo a EL TIEMPO un investigador del área judicial de la Dirección Antinarcóticos de la Policía Nacional.
En medio del trabajo coordinado que realizan las autoridades de Colombia y EE.UU. se prendieron las alarmas ante la información que les entregó una fuente humana en la que se refería a que estaban reclutando a ingenieros químicos para que viajaran a México y le enseñaran a la gente de los laboratorios del cartel de Sinaloa a procesar la heroína con la misma “pureza” de la que era enviada desde Colombia.